Lo irrenunciable
Abrimos los ojos, brazos, bocas, vientres
como un libro de relatos orientales,
nos abrimos en el número de página
siguiente a la que no hemos leído,
líneas largas, ciliadas como párpados,
nos entrevén, tinta o cursor apenas,
párrafos sin título, incesante corriente
que nos ahoga en una densidad febril,
profunda superficie ondulatoria
que conocemos por repetición,
que repetimos por desconocida,
porque en el brocal de la garganta
tenemos la sed y nos bebemos a tragos,
nos saciamos de reflejos,
pero vuelven las manos a estar vacías,
somos como la sed, irrenunciables,
tardamos en llover torrentes,
pero sabemos que nuestros ojos
son el punto de reunión en un mapa
entre calle y esquina y estrella,
y ya nos miramos sin saber qué es mirar
mientras corremos o soñamos,
como si la luz tuviera estambres
y fuéramos madeja del mismo ovillo
al final del dédalo, al final de todo,
cuando abrimos la puerta, los ojos,
y tú me miras y yo te miro.
como un libro de relatos orientales,
nos abrimos en el número de página
siguiente a la que no hemos leído,
líneas largas, ciliadas como párpados,
nos entrevén, tinta o cursor apenas,
párrafos sin título, incesante corriente
que nos ahoga en una densidad febril,
profunda superficie ondulatoria
que conocemos por repetición,
que repetimos por desconocida,
porque en el brocal de la garganta
tenemos la sed y nos bebemos a tragos,
nos saciamos de reflejos,
pero vuelven las manos a estar vacías,
somos como la sed, irrenunciables,
tardamos en llover torrentes,
pero sabemos que nuestros ojos
son el punto de reunión en un mapa
entre calle y esquina y estrella,
y ya nos miramos sin saber qué es mirar
mientras corremos o soñamos,
como si la luz tuviera estambres
y fuéramos madeja del mismo ovillo
al final del dédalo, al final de todo,
cuando abrimos la puerta, los ojos,
y tú me miras y yo te miro.
21 de febrero de 2023
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